No hace falta pedirlo por favor, se pone y no hay ni que dar las gracias.
Un palio (algunos empiezan a descubrirlo ahora) que siempre ha sido una joya, aunque no tuviera el nombre de otros más señeros. Una gran cuadrilla de costaleros, un buenísimo capataz (y equipo), una muy buena banda y una gran marcha; así es fácil encandilar a cualquiera, más aún en una calle con esa estrechez y tomando ese giro a compás y sin prisas.
Claro que se pueden aprender muchas cosas, pero ante todo hay que tener cierta predisposición para ello, y eso requerirá del compromiso, el respeto y la obediencia debida. Por eso, esta cuadrilla hace las cosas con esa delicadeza, recogiendo los frutos del trabajo bien hecho, de la lección bien aprendida.
No nos olvidemos que los priostes también tienen parte de culpa para que un palio se mueva así -de bien-.
